Cuando el móvil de Robert Procop suena puede ser el aviso de la aparición de una extraña esmeralda en las minas de Muzo en Colombia o de cualquier otra gema raras como zafiros, rubíes o diamantes de extraña naturaleza. Entonces va a cualquier parte del mundo. Viaja directamente al yacimiento en Tailandia, Sri Lanka, Namibia… Allí compra la piedra antes de que sea tratada y crea piezas de joyería que son un símbolo de estatus en el Hollywood de las estrellas.
Colabora asiduamente con las actrices Angelina Jolie y Brooke Shields diseñando joyas para sus galas benéficas. Los beneficios de estas piezas se donan a acciones solidarias. Pero ellas no son las únicas celebridades que pasan por su estudio de Rodeo Drive en Los Ángeles. La nómina es tan extensa como secreta.
Amparados en una recelosa discreción, suben a su taller la plana mayor de la constelación cinematográfica y algunas de las principales fortunas del planeta. Brad Pitt le pidió que hiciera el anillo de compromiso con el pidió matrimonio a Angelina Jolie y el Instituto Smithsonian ha comprado varios de sus diseños por la extrañeza de las piedras.
En un ambiente «minimalista y relajado» crea las obras con la piedra preciosa como parte central de cada proyecto. No trabaja por encargo, pero cada joya es diferente, exclusiva y una pieza artística que no se puede volver a reproducir. Los precios pueden superar el millón euros.
Es el caso del collar y pendientes de zafiros padparadscha –una variedad que tiene un color entre el naranja y el rosa a partes iguales–. Las dos piezas tienen un coste de 1,6 millones de euros y tardó 10 años en completarlas. Cada eslabón del collar tiene una triple certificación de autenticidad de las piedras. «El collar lleva un maletín de documentación con certificados de Procop, otro experto en Estados Unidos y el instituto Suizo en Europa», señala.
Durante una década buscó zafiros de esta variedad que encajaran para dar uniformidad al diseño hasta que lo consiguió. Y es que no vale cualquier piedra preciosa, puesto que es el centro de su creación. «Tienen que ser naturales, no tener ningún tratamiento y ser de colores raros», explica Procop, quien reconoce que va a por las piedras a las minas y que cada una es «como un hijo».
En su taller de Los Ángeles explica que puede verse cómo se encuentran en su estado natural, como una piedra de calcita donde empieza a salir una esmeralda. Así consigue que sus gemas sean siempre «vírgenes», puesto que solo sus manos las modifican. Es el caso del collar de belirio verde transparente valorado en 250.000 euros y que es otra de las grandes obras que se exponen en la joyería Gómez y Molina de Puerto Banús para su venta.
